jueves, 17 de noviembre de 2011

Capitulo 42

Disimuladamente me cambié de sofá, no quería que nadie se diera cuenta y menos aún María. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo, me cambiaría de sofá para  que Niall se sentase conmigo y obviamente María y Liam en un sofá, ellos dos juntos.  Sabía que si María se daba cuenta haría todo lo posible para que volviera al sofá y no la dejara sola, pero necesitaban un momento tierno, lo necesitaban los dos, y quizás yo le ayudaría a que así fuera.  Desgraciadamente al intentar sentarme silenciosamente tropecé con una zapatilla mía, y caí encima del sillón, habiendo provocado un gran ruido y por supuesto María se había dado cuenta de que me había cambiado de sofá. Me miró con mala cara,  y antes de que se enfadara me acerqué a ella y le susurré al oído:
-Me lo agradecerás en un futuro.
-Ana, no me hagas esto, no va a pasar nada.
-Bueno, habrá que intentarlo, ¿no?-dije sonriendo.
-Te mataré cuando acabe todo esto –dijo mirándome mal.
-¡Te quiero!-dije gritando mientras me reía.
-Yo a ti no-dijo intentándome mentir.
-Bueno, pues ya estamos aquí-dijo Niall con unas chuches en la mano- ¿Dónde me siento?
-Aquí-dije con una gran sonrisa señalando a mi lado.
-Bueno, pues yo me siento al lado de María-dijo Liam sentándose.
La película comenzó, quizás era un de las películas de miedo que más miedo daba. Y eso hacía que María cada vez estuviera más asustada y que en cualquier momento agarrara fuertemente a Liam. María se decía así misma:
-María contrólate, no hagas cosas que quizás luego te puedas arrepentir.
Pero no pudo, en una de las peores escenas de toda la película, cuando María no sabía que hacer, ni qué decir, asique lo único que pudo hacer fue agarrarse con todas sus fuerzas, como si se acabase el mundo en aquel mismo momento.
María lo miró, no sabía lo que había hecho, ni como actuaría él, pero pudo ver la reacción de Liam: una radiante sonrisa que podía iluminar al mundo entero. Liam la miró  y al ver que ella también le estaba mirando a él, él le dio un beso en su frente, aunque lo único que deseaba es susurrarle al oído: Te quiero en mi vida. 

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